miércoles, 25 de abril de 2012

BIENVENIDOS

Bienvenida de Mario Benedetti.

Se me ocurre que vas a llegar distinta 
no exactamente más linda
ni más fuerte
ni más dócil
ni más cauta
tan solo que vas a llegar distinta
como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también
quizá porque sabes
cómo te pienso y te enumero

después de todo la nostalgia existe
aunque no lloremos en los andenes fantasmales
ni sobre las almohadas de candor
ni bajo el cielo opaco

yo nostalgio
tu nostalgias
y cómo me revienta que él nostalgie

tu rostro es la vanguardia
tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros

no olvides que tu rostro
me mira como pueblo
sonríe y rabia y canta
como pueblo
y eso te da una lumbre
inapagable
ahora no tengo dudas
vas a llegar distinta y con señales
con nuevas
con hondura
con franqueza

sé que voy a quererte sin preguntas
sé que vas a quererme sin respuestas.

sábado, 28 de enero de 2012

Fragmento del Diario de Ana Frank

Es un fragmento del diario de Ana Frank. Es un diario personal escrito por una niña judía que empezó a escribir entre el 12 de junio de 1942 y el 1 de agosto de 1944 en un total de tres cuadernillos conservados en la actualidad donde relata la historia de una adolescente y el tiempo de dos años cuando tuvo que ocultarse de los nazis en Amsterdam, durante la segunda guerra mundial. Me lo estoy leyendo y me está encantando. He aquí este breve fragmento.


Querida Kitty:
Hay cada vez más razones para confiar. Esto marcha. ¡Sí,
verdaderamente, marcha muy bien! ¡Noticias increíbles! Tentativa
de asesinato contra Hitler, no por judíos comunistas o por
capitalistas ingleses, sino por un general de la nobleza germánica,
un conde, y joven, por añadidura. La «Divina Providencia» ha
salvado la vida del Führer, que sólo ha tenido que sufrir, y es una lástima, algunos rasguños y quemaduras. Varios oficiales y generales
de su séquito han muerto o quedado heridos. El culpable principal
ha sido ejecutado.
Una buena prueba, ¿eh?, de que muchos oficiales y generales
están cansados de la guerra y verían con alegría y voluptuosidad a
Hitler descender a los abismos más profundos. Tras la muerte de
Hitler, los alemanes aspirarían a establecer una dictadura militar,
un medio, según ellos, de concluir la paz con los aliados, y que les
permitiría rearmarse y recomenzar la guerra veinte años después.
Quizá la Providencia haya ex profeso retardado un poco la muerte
de Hitler, pues será mucho más fácil para los aliados, y más
ventajoso también, si los germanos puros, y sin tacha se encargan
ellos mismos de matarse entre sí; menos trabajo para los rusos y
los ingleses, que podrán proceder con mayor rapidez a la
reconstrucción de sus propias ciudades.
Pero aún no hemos llegado a eso. ¡Cuidado con anticiparse!
Sin embargo, lo que arriesgo, ¿no es una realidad tangible? Por
excepción, no estoy en vena de divagar a propósito de idealismos
imposibles. Hitler tuvo nuevamente la amabilidad de hablar a su
pueblo fiel y abnegado, diciéndole que a partir de hoy todos los
militares deberán obedecer a la Gestapo; además todo soldado
que sepa que uno de sus superiores tuvo algo que ver con este
atentado degradante y cobarde, tiene el derecho de meterle una
bala en el cuerpo sin otra forma de proceso.
Va a resultar muy lindo. A Hans le duelen los pies tras una
marcha demasiado larga, y su oficial lo reprende. Hans agarra su
fusil y grita: «¡Eres tú quien ha querido asesinar al Führer! ¡Cochino!
¡Toma tu recompensa!». ¡Pum! Y el orgulloso jefe que tuvo la
audacia de reconvenir al pequeño Hans ha desaparecido para
siempre en la vida eterna (o en la muerte eterna). ¿De qué manera
quieres que esto termine? Los señores oficiales van a cagarse en
sus calzoncillos de miedo cada vez que encuentren a un soldado
o tomen un comando, y que sus presuntos inferiores tengan la
audacia de gritar más fuerte que ellos. ¿Me entiendes, o es que yo
he perdido el seso? No puedo remediarlo. Me siento demasiado
alegre para ser lógica, demasiado contenta con la expectativa de
poder sentarme de nuevo, en octubre, en los bancos de la escuela.
¡Oh, oh! ¿No he dicho hace un instante que no hay que anticiparse
nunca? ¡Perdón, perdón! No por nada me llaman «un amasijo de
contradicciones».
Tuya,
ANA

miércoles, 11 de enero de 2012

Arco Iris de Mario Benedetti

Este poema lo he elegido porque muestra como somos y como nos sentimos.

A veces
por supuesto
usted sonríe
y no importa lo linda
o lo fea
lo vieja
o lo joven
lo mucho
o lo poco
que usted realmente
sea

sonríe
cual si fuese
una revelación
y su sonrisa anula
todas las anteriores
caducan al instante
sus rostros como máscaras
sus ojos duros
frágiles
como espejos en óvalo
su boca de morder
su mentón de capricho
sus pómulos fragantes
sus párpados
su miedo

sonríe
y usted nace
asume el mundo
mira
sin mirar
indefensa
desnuda
transparente

y a lo mejor
si la sonrisa viene
de muy
de muy adentro
usted puede llorar
sencillamente
sin desgarrarse
sin deseperarse
sin convocar la muerte
ni sentirse vacía

llorar
sólo llorar

entonces su sonrisa
si todavia existe
se vuelve un arco iris.

lunes, 19 de diciembre de 2011

ALMA DESNUDA, de Alfonsina Storni.

Este poema es el que voy a leer en la RESIDENCIA SANTA BÁRBARA. No es la primera vez que leo en este proyecto (ya lo hice a una mujer maltratada, mira las imágenes aquí y los textos que leímos) pero estoy un poco nerviosa. 

Soy un alma desnuda en estos versos,
Alma desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.

Alma que puede ser una amapola,
Que puede ser un lirio, una violeta,
Un peñasco, una selva y una ola.

Alma que como el viento vaga inquieta
Y ruge cuando está sobre los mares,
Y duerme dulcemente en una grieta.

Alma que adora sobre sus altares,
Dioses que no se bajan a cegarla;
Alma que no conoce valladares.

Alma que fuera fácil dominarla
Con sólo un corazón que se partiera
Para en su sangre cálida regarla.

Alma que cuando está en la primavera
Dice al invierno que demora: vuelve,
Caiga tu nieve sobre la pradera.

Alma que cuando nieva se disuelve
En tristezas, clamando por las rosas
con que la primavera nos envuelve.

Alma que a ratos suelta mariposas
A campo abierto, sin fijar distancia,
Y les dice: libad sobre las cosas.

Alma que ha de morir de una fragancia
De un suspiro, de un verso en que se ruega,
Sin perder, a poderlo, su elegancia.

Alma que nada sabe y todo niega
Y negando lo bueno el bien propicia
Porque es negando como más se entrega.

Alma que suele haber como delicia
Palpar las almas, despreciar la huella,
Y sentir en la mano una caricia.

Alma que siempre disconforme de ella,
Como los vientos vaga, corre y gira;
Alma que sangra y sin cesar delira
Por ser el buque en marcha de la estrella.